Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.
Papeles del Psicólogo, 1990. Vol. (44-45).
Mariano Yela.
A don José Mallart, nacido en Espolla (Gerona), pueblo por el que sentía un amor entrañable, de padres agricultores.
Ya conocemos que los Psicotécnicos y Pedagogos como Mallart y Mercedes Rodrigo, en el siglo XX incorporan al ambiente español las ideas de la Psicología Funcional y Pedagógica de Ginebra; y Emilio Mira y López en Barcelona y José Germain en Madrid, representan el espíritu de Huarte de San Juan en el siglo que vivimos.
Mallart formó parte de la Obra de Mira y Germain. Se inició en Orientación Profesional en Barcelona con Mira y López y fue llamado por César de Madariaga a Madrid, uno de los iniciadores de la Psicología Industrial en España.
Como esta faceta de su espíritu de Psicólogo-Pedagogo es más conocida por nosotros, me referiré a ese otro aspecto, no menos relevante de escritor publicista agrario. La A.P.A.E. le rindió homenaje por su destacada y continuada actividad como escritor agrario a favor del progreso de la agricultura y bienestar del campesino español, en un acto donde se le concedió un pergamino el 12 de diciembre de 1977, y se le nombró miembro de Honor. Había publicado en 1933 «La elevación moral y material del campesino», Memoria premiada por la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Trabajo, hombre, campo y, sobre todo, la profundidad de la observación psicológica y la noble sinceridad de aproximación al hombre, ajeno a todo artificio y convencionalismo era su idea de perfección. Toda respuesta surge como su lema:
«En el campo están las reservas humanas más importantes: cuidemos de que no se pierdan y valoricémoslas para mayor social».
Se caracterizaba por su singular libertad creativa, buscando en su práctica profesional demostrar su saber, su conocer el tema; por eso, todo aquello que no puede ser dicho con palabras y que se expresan por otros medios, nos lo deja en sus papeles. Y aunque su lengua materna era el catalán, se distingue por su maestría en el manejo del idioma castellano. Así encontramos «Algunos aspectos del utilitarismo biológico», en Boletín de la Institución Libre de Enseñanza (1921); «El factor humano en la organización del trabajo», Porto (1922); «El retorno al campo», Agricultura Barcelona (1922); «Nuestra juventud rural y el amor por la profesión agrícola», Agricultura (1923); «El trabajo doméstico complementario en los distritos rurales del norte de España», Boletín de la Institución Libre de la Enseñanza, Madrid (1923); «Ciencia, Organización y Agricultura», Agricultura (1923); «El cine y la divulgación agrícola», Agricultura (1923); «La gente de ciudad se hace agricultor», Agricultura (1923); «La organización de valores humanos para las funciones agrícolas en Alemania» (cinco artículos), La Publicidad, Barcelona (1924); «Por tierras de Bélgica», «Un concurso de cosechas», «Las labores agrícolas por contrata», Rev. de Agricultura (1924); «Orientaciones económicas» (serie de diez artículos), Las Noticias, Barcelona (1924). Existen otras colaboraciones en Revistas de Pedagogía, Psicología y Psicología Aplicadas y publicaciones traducidas a otros idiomas.
En su amena conversación me hacía partícipe a recordar con afecto a su pueblo natal: me hablaba de sus padres, de quienes se expresaba con el corazón, y, especialmente, de su primer trabajo como maestro en Villablino (provincia de León), donde enseñó lenguas y economía rural, y del que, con sus ahorros y su título académico espacial, viajó a Suiza y asistió a clases de Cultura Superior, en el Instituto de Ciencias de la Educación, fundado por Claparede, de quien fue su alumno. Estuvo también en Alemania, matriculado en la Universidad técnica de Berlín, frecuentando varios Centros Culturales y Laboratorios Psicotécnicos; entre ellos, la Escuela Superior de Agricultura de Berlín. Pero, como dije antes, estoy tratando de hacer solamente un bosquejo de los otros estudios y experiencias de Mallart.
Me sorprendía gratamente que, con tanta vehemencia y una dosis de nostalgia, me comentaba de su estancia y triunfos en los países del Cono Sur, donde dejó buenos amigos, especialmente en Ecuador, donde vivió casi tres años enviado por la Unesco. Contempló allí las espontaneidades, las rivalidades, las danzas y los excesos con los indígenas de esa región interandina celebraban las jornadas tradicionales de su «San Juan». Estas observaciones le motivaron para trabajar incansablemente estudiando los problemas de culturización del indígena y cuestiones de organización escolar para mayor rendimiento de los esfuerzos del profesorado. Todas estas experiencias le sirvieron para crear una escuela rural más completa y mejor atendida. Se convirtió en un gran indigenista.
Para él, el deber de servicio y nada más que el deber, surge como sus deseos de «Un nuevo tipo de maestro rural latinoamericanos.
Ahora confieso que no he querido permanecer ajena a los cariñosos recuerdos a su persona y a su obra. Me asocio con fervor al homenaje que le rendimos.
OLGA CHAVEZ MENDOZ
Al amigo Mallart
27 de noviembre de 1989 nos dejó para siempre don José Mallart. El amigo Mallart. Creo que esa es la palabra que mejor le cumple: amigo. El 28 de noviembre de 1975, catorce años antes, le dedicamos los psicólogos españoles un acto de homenaje. Llevaba entonces cincuenta años de entrega constante, ejemplar y fecunda a las tareas psicológicas, desde que en 1924 se incorporó a la Sección de Orientación Profesional del Instituto de Reeducación Profesional de Inválidos del Trabajo, en el popular barrio madrileño de Carabanchel. Con Emilio Mira y su equipo, en Barcelona, y con Germain y Mercedes Rodrigo, en Madrid, construyó Mallart los cimientos de nuestra psicología actual. En aquella ocasión le dediqué unas palabras que reproduzco a continuación. No encuentro otras que expresen mejor lo que para mi y para la psicología española significó Mallart.
«Vale más tener el corazón alegre que la vida feliz», dijo una vez Ramón Gómez de la Serna. Yo no sé si la vida de Mallart ha sido feliz. Habrá tenido su parte de ventura y su porción de sinsabores. Lo que sí sé, porque es patente, es que Mallart tiene el corazón alegre. No propicio a la carcajada, ni fácil a la tristeza o el desánimo: contento de gozar cada día la realidad que encuentra, descubre, estudia y saborea. El corazón alegre de Mallart se manifiesta en lo que yo creo que son sus cuatro virtudes cardinales. Valor vital: atrevimiento de ver el lado malo de las cosas y combatirlo; pero, sobre todo, osadía de ver su lado bueno y promoverlo. Con sosiego, orden, mesura y ánimo cordial Sin acritud, desorden, violencia o destemplanza. Gozo en el trabajo: apurar cada día la tarea, infatigablemente, apaciblemente, a lo largo de años y años, ya casi incontables, de esfuerzo continuo y ejemplar. Bondad: Primero, en el trato con todos. Mallart es el hombre que siempre tiene tiempo y que todos los días nos lo da sin pedir nada a cambio. A su generosa entrega se debe, en buena parte, que sigan existiendo la Sociedad Española de Psicología y su órgano de expresión, la REVISTA DE PSICOLOGÍA GENERAL Y APLICADA. Segundo, en su trato con la ciencia. Todos sus trabajos persiguen un mismo empeño: la comprensión y ayuda a los hombres, en la escuela, en la formación profesional, en el trabajo por los campos y las industrias de España. Y, finalmente y sobre todo, el corazón alegre de Mallart se revela en su característica ingenuidad. Mallart es un hombre de larga experiencia, de amplia cultura, de constante dedicación, seria, responsable, crítica, al trabajo científico. Pero todo ello no ha velado su mirada casi infantil, su capacidad para abrir los ojos cada día llenos de esperanza, como si fuera la primera vez, en perpetuo estreno adolescente. Yo he compartido con él muchas horas en muchos países. Alguna vez hemos compartido incluso la misma habitación. Me sorprendía siempre, y me alentaba, su insaciable curiosidad, su afán de conocerlo todo, el orden y sobriedad de sus hábitos. ¡Las célebres comidas de Mallart, con sus avellanas, almendras y naranjas que va sacando, como un prestidigitador, de sus bolsillos y comiendo frugalmente con una conmovedora fe en sus virtudes dietéticas!
Para mí, Mallart representa y evoca dos cosas. Una, atañe a la historia de nuestra sociedad española. Mallart es, en la generación que nació, hacia finales del siglo, uno de los representantes de esa veta peculiar en el modo de ser español que yo llamaría Iiberalismo tradicional. Es un hombre nada castizo, ni fanático; independiente e innovador; abierto -ingenua, seria y noblemente- a todas las ideas; un hombre universal. Pero lo es a su modo, entrañablemente amoroso de su tierra, sus hombres y sus costumbres, respetuosamente enraizado en la tradición, como tarea que viene del pasado y, siempre inacabada, se acepta y completa renovadoramente. Otra, concierne a la historia de la psicología. Mallart es uno últimos fundadores de la psicología actual, en España y en el mundo. Recuérdenlo, brevemente. En la historia de nuestra ciencia yo distinguiría seis períodos. Primero, los precursores, que nacieron en los primeros años del siglo XIX: Fechner (1801), Darwín (1809), Hetmholtz (1821). Segundo, los fundadores, nacidos poco antes de la mitad del siglo; Wundt (1832), James (1842), Pavlov (1849). Tercero: los consolidadores, que nacen algo después de la mitad del siglo: Freud (1856) o Janet (1859), por un lado y, por otro, Binet (1857), Dewey (1859), Cattel (1860), Spearman (1863), Woodworth (1869), Claparede (1873), Thorndije (1874). Cuarto, los grandes polemistas, que nacieron hacia 1880 y crearon o avivaron las diversas escuelas contrapuestas Watson (1878), Hull (1884), Tolman (1886), Piéron (1881), Burt (1883), Thurstone (1887), Wertheimer (1880). Koffka (1886), Köhler (1887), Michotte (1881). Quinto, los unificadores, que nacen, más o menos, con el nuevo siglo y que constituyen la última generación fundacional de la ciencia psicológica. Son los grandes maestros vivos, como Piaget (1896) o Metzger (1899). A ellos pertenece Mallart.
Su nombre evoca al psicólogo español un grupo de figuras de cuyo esfuerzo vive hoy todavía nuestra ciencia: después de Cajal y Simarro, Lafora, Sacristán, Mira, César Madariaga, Mehán, Vázquez, Mercedes Rodrigo, Rosselló y nuestro presidente perpetuo, el doctor Germain. El sexto período es el nuestro. Nos hemos encontrado la Psicología pletórica, incierta y problemática, pero ya constituida. Veremos lo que somos capaces hacer con ella.
En todo caso, amigo Mallart, la vida científica es, como todo lo humano, un drama siempre inacabado y sorprendente, cuyo argumento se inventa cada día en un proyecto presente que mira al futuro y se apoya en el pasado. Usted representa, para la Psicología española contemporánea, el pasado del que venimos y el presente en el que, con usted, estamos. Ahora, cuatrocientos años después de la publicación del Examen de Ingenieros, una obra que usted mejor que nadie ha comprendido y continuado entre nosotros, le pudimos, querido Mallart, que siga dándonos el ejemplo de su constancia y de su corazón alegre para inventar con acierto nuestro futuro.
Para nuestro gozo y fortuna así lo ha hecho hasta su muerte. Al amigo Mallart vayan estas palabras de agradecimiento y recuerdo:
Amigo Mallart, amigo
de la verdad y de todos,
eres de ti, pero en mucho
eres también de nosotros
porque has ido hacia ti mismo
y encontrado en lo más hondo
tu tiempo con nuestros tiempos
tu gozo con nuestros gozos
Siempre nos diste sazones
y guardaste los abrojos
Tus manos se van colmadas
de lo que has dado con colmo:
Trabajo, mesura, paz,
saber, bondad y decoro.
Gracias, amigo Mallart
maestro, amigo de todos.