Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.
Papeles del Psicólogo, 1982. Vol. (7).
Miguel Siguan
1 Los planes de estudio para una licenciatura de Psicología basados exclusivamente en asignaturas de contenido psicológico fueron considerados en su día como en gran avance, y efectivamente lo fueron, pero tienen también sus limitaciones y plantean problemas que todavía no hemos logrado resolver.
En primer lugar, yo diría que una formación exclusivamente basada en la psicología desde el primer día resulta estrecha. Yo incluiría en los primeros años materias generales y conexas que ahora no están o que están insuficientemente representadas: matemáticas, biología lingüística, incluso filosofía.
Un segundo problema y más importante lo constituye el encontrar un equilibrio satisfactorio entre asignaturas de tipo general y asignaturas especializadas. No hay por supuesto soluciones perfectas a este problema pero entiendo que la fórmula que propusimos hace unos años en la Universidad de Barcelona continúa siendo válida. Sus rasgos principales son una gradación de asignaturas generales en los primeros cursos y de asignaturas más concretas en los últimos combinada con la posibilidad de elegir entre ellas según tres líneas de especialización que no rompen de todos modos la unidad del plan de estudios y que permitan mantener un título común. Es verdad que además de estas características habíamos previsto una cierta flexibilidad que nos permitiese cada año retocar el plan en función, pero esta flexibilidad prevista se nos ha quedado en rigidez.
Es cierto que la tendencia del alumnado y aún de una parte del profesorado es a proponer especialización cada vez mayor. Por mi parte no participo de esta tendencia sino que entiendo que la especialización en el interior de la licenciatura ha de tener unos límites claros, hay que evitar que la especialización llegue a romper la unidad de la licenciatura que se traduce en la unidad del título profesional. Entiendo que para una profesión joven como es la psicología esta unidad es esencial. Recuérdese que buena parte de la fuerza social de la medicina como profesión deriva del hecho de que todos los médicos tienen un título universitario común anterior a cualquier posible especialización posterior. Pero a parte de esta razón digamos social incluso desde un punto de vista exclusivamente formativo entiendo que una especialización prematura en el interior de la carrera no es deseable. En este sentido puedo aportar un dato que considero significativo. En la Universidad de Barcelona donde como he dicho en los dos últimos años de la carrera los alumnos pueden optar por una moderada especialización cada vez son más frecuentes los alumnos que una vez terminada la licenciatura se matriculan en las asignaturas correspondientes a otra opción no porque con ello vayan a conseguir otro título o cualquier otro documento académico sino simplemente porque con ellos consideran que completan su formación.
Pero el gran problema para la enseñanza universitaria de la psicología, aquí y en todas partes, es la conexión entre la enseñanza teórica y la práctica y concretamente la organización de la enseñanza práctica.
Dejo de lado el problema de la organización de las prácticas de las clases teóricas, problema que entre nosotros muchas veces no está resuelto por falta de recursos pero que debería estarlo al menos en la misma medida en que lo está en cualquier facultad de ciencias.
El problema grave es por supuesto el de la práctica, en relación con la especialización profesional, la práctica como entrenamiento profesional.
Probablemente el problema tiene una raíz profunda en el hecho de que la psicología como saber científico y la psicología como aplicación en la práctica de este saber tienen unas relaciones menos simples de lo que acostumbramos a suponer. Y más todavía cuando el conocimiento científico por un lado y la aplicación por otro se convierten en objetivos y en formas de vida profesional. Es evidente que la Universidad por su propia naturaleza y no sólo en el caso de la psicología se orienta en primer lugar hacia el conocimiento científico y la investigación y sólo secundariamente a la aplicación. Aunque también es cierto que en nuestro siglo las universidades se convierten cada vez más en escuelas de formación profesional de alto nivel. Y que la Facultad de Medicina y la de Derecho lo han sido desde sus orígenes.
Como he dicho el problema existe en todas partes y creo que en ninguna, al menos en el continente europeo, está resuelto de una manera que pueda considerarse plenamente satisfactorio. Y normalmente donde encontramos soluciones que pueden considerarse eficaces consisten en que la formación profesional especializada del psicólogo no la asegura la universidad o en todo caso en el interior de los estudios correspondientes a lo que nosotros llamamos licenciatura sino que corre a cargo de la Universidad en centros y cursos para postgraduados.
Claro que no es imposible organizar en el interior de la propia licenciatura algún tipo de contacto con la práctica profesional y es sabido que las facultades de medicina lo han hecho siempre. Para hacer algo parecido en psicología habría que cumplir dos condiciones:
1º Establecer acuerdos de colaboración con instituciones que prestan servicios psicológicos, desde escuelas a centros asistenciales y hospitales, acuerdos que exigirían un estudio previo de las obligaciones mutuamente adquiridas y de las condiciones de colaboración.
2º Limitar el número de estudiantes de cada especialidad a las disponibilidades de prácticas efectivas.
No creo que sea un objetivo imposible de alcanzar pero habría que dedicarse a estudiarlo con cuidado y detalle y sobre todo estar decidido a alcanzarlo.
Y una observación para terminar. Si he dicho que nuestra enseñanza universitaria de la psicología tiene limitaciones que son más o menos comunes en todo el mundo tiene otras que comparte con el conjunto de la Universidad española. No, no voy a repetir antiguas lamentaciones, quiero sólo hacer dos observaciones:
Una es que la necesidad social de admitir en la Universidad a todos los que llamaban a sus puertas ha tenido sobre la calidad de la enseñanza de la psicología una influencia todavía más desfavorable que en otras enseñanzas simplemente porque la de la psicología en la Universidad estaba en estado naciente.
La otra es que si es cierto que el crecimiento se ha detenido y que al mismo tiempo que se ha calmado la agitación estudiantil no por ello el futuro universitario me parece de color de rosa. Las ilusiones y los esfuerzos por la autonomía universitaria, en los que yo mismo he participado activamente parecen haber desembocado paradójicamente en la conversión de los Departamentos universitarios en reinos de taifas, acorazados frente al exterior y con un sistema rígido de antigüedad en su interior. Y la lucha contra la cátedra vitalicia se ha convertido en la lucha por que todo sea vitalicio desde la primera beca. Y dado que es fácil predecir que en los próximos años el número de estudiantes universitarios no aumentará, y tampoco el de profesores, tampoco es difícil prever un progresivo anquilosamiento.
2 No, no creo que cualquier tiempo pasado era mejor, muy al contrario. Pero si creo que el papel impulsor de la psicología entre nosotros que un día tuvo la Sociedad Española de Psicología y que luego han tenido los Departamentos Universitarios hoy día está pasando de la Universidad a otros organismos sociales por ejemplo los Colegios Profesionales. No me extrañaría que en un futuro próximo el impulso para renovar la enseñanza de la psicología partiese de ellos.