Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.
Papeles del Psicólogo, 1982. Vol. (7).
Antonio García de la Hoz
Antígona, antes de traicionar los vínculos del parentesco, prefirió morir en la tumba de Los Labdácidas, de quienes descendía. Se enterró en vida por negarse a cumplir una orden de su rey Creonte, que prohibía dar sepultura a su hermano Polinices, por haber éste incitado a los extranjeros contra su patria Tebas. Ella, en un gesto que colocaba los lazos de sangre por encima de las órdenes políticas, escogió el ostracismo del encierro en vida, antes de negarse a obedecer otras órdenes que iban en contra de un deber sagrado: dar sepultura a los muertos, especialmente si eran parientes. Se ahorcó en el mausoleo familiar.
Ana Freud dejó de existir a los 86 años de edad, en su casa de Londres, en el barrio de Hampstead, en el 20 Maresfield Gardens, la casa donde murió su padre, que es como un sudario de reliquias de quien fue el fundador del Psicoanálisis. Murió el nueve de octubre pasado, dejando atrás una vida dedicada al mundo infantil, al estudio modesto y al trabajo en el silencio que tanto sorprende si se lo compara con la turbulenta trayectoria de su padre. Ana Freud ha seguido el mito hasta el final. Ha cumplido con los hilos que el destino había tejido para ella. Su vida ha estado marcada por la fidelidad a unos patrones consanguíneos que nunca violentó. Ha sido el transcurrir de una existencia consagrada en cuerpo y alma a un objetivo: mantener -íntimamente, emocionalmente, silenciosamente- la librea de su padre.
Cuando Edipo -padre de Antígona- conocedor de sus crímenes por el oráculo de Tiresias, se hubo quitado la vista y decretado su propio destierro en Tebas, emprendió la marcha, ciego y mendigando pan por los caminos. Su errabundeo le condujo hasta Colono, en Atica, donde murió. Antígona se había constituido en su compañera inseparable, en su fiel lazarillo hasta ese momento.
La leyenda del Judío Errante. Sigmund Freud cumplió su último viaje en 1938 a causa de la invasión nazi de la actual Austria. Ya estaba tocado por la muerte en forma de un cáncer de boca. Ana se convirtió en su comitiva, en su enfermera perenne que velaba por el descubridor del edipo humano. Le acompañó en su recorrido hasta el más allá, hasta su muerte. M. Schur (médico de cabecera de Freud) y ella se encargaban de decidir cualquier cosa que afectase a la salud de Freud y ella en persona, sin permitir que nadie lo hiciera en su lugar, le colocaba y quitaba la prótesis que necesitaba para comer y le administraba la dosis de ortoformo que a veces requería para dormir. Los dos eran los únicos que estaban al tanto del verdadero estado de Freud en los últimos meses.
Pero ya antes de convertirse en Ana-enfermera, había sido Ana-secretaria e incluso Ana-embajadora. Antes de ser la poseedora de los "copyrights" de su padre, antes de ser la heredera sanguínea y directora del movimiento psicoanalítico, ya había substituido a su padre en muchos otros menesteres. Cuando contaba con 23 años de edad, le dictaba los escritos y asistía a todas sus conferencias. Le substituyó en varios Congresos Psicoanalíticos (1927, 1928 y 1938) y leyó sus ponencias, cuando ya Freud y el cáncer luchaban a muerte.
Rara vez mostraba sus afectos y sin embargo los llevaba en silencia, de una manera digna e intimista. Todos sabían a qué dios adoraba; pero nadie podía derivarlo de su conducta. Pero en 1938, en los peores momentos de la Viena nazi, le propuso a Freud ¿No sería mejor que nos matásemos todos? Gesto nítido de un amor fiel.
Antígona fue a morir a la tumba de sus antecesores.
Parece ser que una rara vez que la emoción la desbordó fue después de un interrogatorio de la Gestapo en ese año fatídico. ¿Qué pasaría allí? Freud la continuaba llamando su niña incluso teniendo Ana 43 años. Freud, en su vejez, siempre se refería a ella como mi fiel Antígona, la hija del incetuoso Edipo (Freud mismo) con su madre Yocasta (el psicoanálisis), la hija del ciego y enfermizo Edipo.
Nació en 1895, en una época en la que Freud ya estaba sólidamente constituido en Viena como profesional independiente. La última de seis hermanos, al parecer no demasiado deseada, principalmente por Marta, su madre.
Fue maestra de párvulos de donde le vino su interés por el campo de la psicología infantil, y después de seguir los pasos de su padre en la medida que pudo, ingresó en la Sociedad Psicoanalítica de Viena (predecesora de la Asociación Internacional psicoanalítica), con la lectura del que fue su primer trabajo en 1922: "La superación de las fantasías y de los sueños en estado de vela". Empezó a ejercer el análisis justo antes de la primera operación de su padre en 1923 e inicialmente trabajó con niños. Se creyó por un tiempo que se analizó con Lou-Andreas Salomé, con quien mantuvo estrecha amistad e incluso ésta le dedicó uno de sus libros. Pero su analista fue su propio padre, hecho que quizás escandalizaría a todos los analistas actuales, pero que tratándose de Freud, tal vez no pudo haber sido de otro modo. ¡Quién habría osado a interpretar "el edipo" a la hija del Edipo! Freud, en una carta de 1935 a E. Weiss, en la que éste le plantea la conveniencia de analizar a su hijo, le desestima el propósito a pesar de que con mi propia hija me salió bien.
Ana siempre estuvo muy vigilante por ocupar un lugar predominante y especial cerca de su padre. De hecho compitió, de una manera elegante con todas las mujeres que podían desplazarla, en teoría, de ese lugar. Inclusive con su propia madre, y eso que ésta no podía ser rival, al menos intelectualmente. Ruth M. Brunswick sí lo fue. Oliver (otro hijo de Freud), llegó a afirmar que ésta se encontraba más cerca de Freud que ella y además sus caracteres eran completamente diferentes. La turbulencia de Ruth contrastaba con la serenidad de Ana. En definitiva, el lugar anhelado, lo conquistó plenamente, de manera que algunos pensaron que la defensa apasionada que hizo Freud del análisis profano, venía motivada por el deseo de asegurar a Ana su porvenir. Desbancó a Rank del lugar de secretario íntimo, al separarse éste de Freud, quien en un momento, cerca de su final, llegó a decir cada vez dependo más de ella y menos de mí mismo.
¿Cuáles fueron los pagos por los servicios prestados? Es difícil hablar de "pagos" cuando se trata de emociones y del amor de una hija a su padre. En la "Interpretación de los sueños" Freud dice el primer afecto de una niña es el que siente por su padre. La vida de Ana testimonia esto. Fue el primero y casi diríamos el único. Soltera, desconoció la vida fuera de su familia. Quizás fue víctima de la grandiosidad de la vejez de su padre. Una de las mejores definiciones de esta situación la ha dado Roazen. La obra de Ana Freud ha constituido un impedimento para lo que pudiera haber sido su vida privada. Evitaba vestidos de moda y llegó a ser una solterona con ropas oscuras, anchas y hasta los tobillos, pelo corto siempre. Su relación son su padre la privó de lo que convencionalmente se consideraba una vida plena. Sólo el genio que había en Freud podía significar el sacrificio de su vida.
Al trasladarse a Londres en 1938 se preveían rencillas con M. Klein por apropiarse el sitial del psicoanálisis infantil. Pero en realidad la sangre nunca llegó al río y eso a pesar del carácter beligerante de la señora Klein. Nunca provocó disputas como las de su padre. Tras la muerte de Freud se dedicó sencilla y humildemente a su trabajo analítico con niños y adultos, pero también con la llave maestra en su poder del acceso a los escritos y publicaciones de Freud. Se convirtió en su albacea testamentaria de por vida, lo que no ha sido bien visto por ciertos investigadores que pensaron que Freud era hombre público y del dominio de la Humanidad.
Su obra la llevó a cabo en la misma casa donde murió, convertida en una especie de santuario de Freud y familia.
Antígona, la hija del incesto, murió enterrada viva en la tumba de sus ancestros.
Su libro más famoso, escrito en vida de su padre y con su aprobación "El yo y los mecanismos de defensa", ha dado la vuelta al mundo, aunque quizás se le cita de manera algo ritual y sea de alguna forma un precursor de la Psicología del Yo de Hartmann, Kris y Loweenstein, que tan criticada es desde círculos lacanianos y no lacanianos.
En cualquier caso, su trabajo con los niños es a lo que se ha dedicado profundamente y donde ha realizado una labor más productiva y quizás no ha recibido el reconocimiento que merece. No se limitaba al juego con ellos como única tarea terapéutica, lo que la diferenciaba de Melanie Klein.
Entre sus obras más destacadas, aparte de la citada, podemos mencionar las siguientes:
- "War and Children" N. York, 1943 (Con D. Burlingham).
- "Infans without families" N. York 1944 (Con D. Burlingham).
- "Observations on child development" artículo en Psychoanalitic Study of the child N. York 1951.
- "The widening scope of indications for psychoanalysis" artículo en Journal of the American Psychoanalitic Association 1954.
- "The child guidance clinic as a center of prophylaxis and elegh tenment", artículo en Recent Development in Psychoanalitic Child therapy. N. York, 1960.
- "Normality and pathology in chilhood". N. York, 1960.
- "Difficulties in the path of psychoanalysis". N. York, 1960.
- "Clinical studies in psychoanalysis", artículo en Psychoanalitic study of the child. N. York, 1969.
Descanse en paz.