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Psychologist Papers is a scientific-professional journal, whose purpose is to publish reviews, meta-analyzes, solutions, discoveries, guides, experiences and useful methods to address problems and issues arising in professional practice in any area of the Psychology. It is also provided as a forum for contrasting opinions and encouraging debate on controversial approaches or issues.

PSYCHOLOGIST PAPERS
  • Director: Serafín Lemos Giráldez
  • Dissemination: January 2024
  • Frequency: January - May - September
  • ISSN: 0214 - 7823
  • ISSN Electronic: 1886-1415
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Papeles del Psicólogo, 2001. Vol. (78).




TRADICIÓN E INNOVACIÓN EN LA PSICOLOGÍA ESPAÑOLA CONTEMPORÁNEA

Helio Carpintero

Departamento de Psicología Básica, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Complutense de Madrid, España

En el último cuarto de siglo, la psicología científica en España ha experimentado un desarrollo extraordinario y se ha logrado su institucionalización como campo especializado de investigación respaldado por un grado académico de licenciatura y su carácter profesional. En ese proceso, el núcleo iniciador de Germain y sus colaboradores ha influído poderosamente, dándole continuidad, al tiempo que ha habido incorporación de elementos innovadores como resultado de la especialización creciente de sus grupos más activos.

In the last decades, scientific psychology in Spain has had a great development, and its institutionalization has taken place, as a university degree in psychology was established with its related professional area. A very active group leaded by J.Germain inspired and contributed to such processes, and set the basis for a tradition, that prevent the appearance of new lines and creative projects, resulting from the growing specialization impulsed by the new situation. This double aspect of the process is here presented and analyzed.

La psicología española en el siglo XX ha tenido avances y retrocesos muy intensos. Su progreso está lejos de ser lineal. Con todo, al final de la centuria su estructura académica y científica y su vertiente profesional parecen firmemente asentadas, hasta haberla convertido en uno de los campos del conocimiento donde mayores avances se han acumulado.

Como en muchos otros países del entorno europeo, el interés por la psicología se avivó en las primeras décadas del siglo, al írsele encontrando sucesivas aplicaciones de utilidad social, principalmente en la enseñanza y en la industria. Es verdad que en muchos casos la I Guerra Mundial contribuyó a ese reconocimiento de las potencialidades que la nueva ciencia encerraba en orden al conocimiento y manejo de los individuos, cosa que en nuestro país, situado al margen del conflicto, no ocurrió; aquel aislamiento fué sin duda, desde este preciso punto de vista, un factor de retraso en el desarrollo de esta ciencia. No obstante, las primeras realizaciones de la psicotecnia de los años 20 y 30 tuvieron desde muy pronto una calidad muy alta, lo que les dió una difusión internacional muy considerable. La figura de Emilio Mira, estimado por los más notables psicólogos de la época, representa perfectamente este momento (Carpintero,1994).

La guerra civil puso un fin temporal a aquel movimiento. Y obligó a reemprender la marcha, en los años 50, rotos los hilos del pasado, apenas sin otro enlace con éste que el representado por José Germain.

Germain, con su grupo de colaboradores en torno al Departamento de Psicología experimental del CSIC, sentó las bases remotas de lo que es hoy la psicología española. Sin embargo, ésta no se explica sin más por aquellos fundamentos iniciales. Lo que es su realidad actual se ha debido, en parte muy decisiva, más bien a la demanda de quienes aspiraron a saberla y ejercerla. Aunque hay que decir que, forzado por la circunstancia, el núcleo primigenio de Germain "dió de sí". Aquella demanda forzó el cuadro institucional, y éste impulsó el desarrollo cognitivo. La evolución de nuestro campo, pues, ha sido en realidad de fuera adentro.

El salto ha sido tan enorme, que para describirlo habría que volver a recurrir a la pareja de conceptos de "pequeña y gran ciencia", que utilizara D. Price (1973) para describir la transformación de la ciencia en la época reciente. Lo importante es que ha sido un desarrollo, no una suplantación ni una mera importación de estructuras, si bien en el desarrollo no han faltado ayudas y estímulos de fuera.

Convendría, por ello, tratar de entender el proceso, que ha sido particularmente interesante en cuanto esfuerzo de avance en un campo de la ciencia.

EL PUNTO DE INFLEXIÓN

No ha sido un progreso lineal. Cuando se consideran los indicadores usuales de actividad científica - publicaciones, centros de investigación, departamentos universitarios, profesores, sociedades científicas, etc. - (Mestre y Pérez Delgado, 1991; Moya y Caballero, 1994; Caballero, 1995; Alcaín y Ruíz-Gálvez, 1998; Carpintero, 1989; Tortosa, 1989), y se examina su evolución, aparece con toda evidencia que el cambio, el punto de inflexión, está esencialmente ligado a un hecho: la aparición de la licenciatura en psicología, a finales de los años 60.

Es de sobra conocido que Germain y su grupo, iniciadores de la institucionalización del saber psicológico en el país, demandaron desde muy pronto la creación de los estudios correspondientes en el marco de la universidad. En 1948, publicaron como editorial en la Revista de Psicología General y Aplicada un breve resumen del informe de Harvard sobre el lugar de la psicología en la universidad. Aspiraban a un departamento independiente, capaz de formar psicólogos teóricos y aplicados. Pedían facilidades, aparatos, conexión con otras unidades de investigación, entre veinte y veinticinco profesores... (Comité de Redacción,1948). Con motivo de la fundación de la Sociedad Española de Psicología en 1952 -cumplirá medio siglo el año próximo-, se incrementaron los esfuerzos, que tuvieron como efecto la creación de la Escuela de Psicología y Psicotecnia de la Universidad de Madrid (1953), concebida como formación de postgrado que conducía a la obtención de un diploma de especialización. Todo apunta a que el P. M. Ubeda tuvo un decisivo peso en lograr la aprobación de los nuevos estudios (Loredo et al, 2000; Siguán, 2000). Eran los momentos de apertura en que un equipo de espíritu liberal, con J. Ruíz Giménez, P. Laín y A. Tovar, entre otros, regía los destinos del ministerio de educación, poco antes de que los movimientos políticos ocurridos en 1955 pusieran fin abrupto a este ensayo.

Resulta notable, desde la altura de hoy, advertir que la Escuela -unos años después replicada por otra análoga creada en la Universidad de Barcelona (Gabucio et al, 1994)- vino a formar menos de cuatro mil especialistas en los quince años que median desde su creación hasta la aparición de la licenciatura: menos de 300 diplomas por año. En cambio, surgida aquélla, en un tiempo muy breve se multiplicaron los centros, para dar cabida a miles de alumnos convertidos repentinamente en aspirantes al nuevo título. En los treinta años que separan la primera promoción de psicólogos formada en la universidad madrileña, (1971) y el momento actual, se podrían dar por aceptables unos cálculos conservadores que apuntan a un promedio de entre mil quinientos y dos mil psicólogos graduados anualmente.

Si se atiende al número de profesores, el salto ha sido mucho más espectacular. Posiblemente habría que ir desde unos veinte en la Escuela de Psicología y Psicotecnia, hace treinta años, hasta unos tres mil en las actuales Facultades; una situación que se ha resuelto en gran medida gracias al esfuerzo general de una gran mayoría, que ha logrado compaginar la iniciación en la enseñanza con la creación y el desarrollo de grupos de investigación dispuestos desde muy pronto al trabajo teórico y empírico.

¿Cómo ha sido posible esa explosión, del modo controlado y sin sobresaltos como se ha llevado a cabo?

CONTROL INTERNO Y EXTERNO

La psicología académica en nuestro país recibió el estímulo extraordinario de los discípulos de Germain. Éste, extraordinario impulsor institucional, médico de gran formación psicológica y psiquiátrica, impulsó a sus colaboradores a asumir la responsabilidad de la enseñanza universitaria.

Un factor decisivo en este proceso ha sido, sin duda, la condición "ateórica" de Germain. No ha sido éste un investigador ni un experimentalista posicionado en una escuela. Si demostró siempre una atracción intelectual y cordial hacia la psicología de la forma, tuvo también un amplio conocimiento de la psicología dinámica. Estuvo abierto sobre todo a los problemas de la psicotecnia, y ésta, como es notorio, no ha estado nunca encasillada en una u otra escuela, sino que ha tendido a ajustar eficazmente la persona a su situación. En cierta ocasión, Ramón Sarró presentó a Germain como discípulo de Janet, más que de Freud (Sarró, 1981,1121); si ello pudo ser un tanto exagerado, es verdad que éste último había escrito que "nuestra posición de psicólogos científicos está por encima de una ortodoxia psicoanalítica que no podemos sustentar y de un partidismo que nunca debe tener cabida en el depurado ambiente en que debe desenvolverse los problemas científicos" (Germain, 1957, 6). Ahí está la pretensión de Germain: la de ser psicólogo científico, y con ello atender al dato empírico, más allá de la ideología partidista.

Ése es el espíritu que vino a dominar en el grupo. Siguán ha dicho con mucho tino que en el Departamento de Germain los colaboradores se 'autoformaban', pero el maestro "sólo pedía que trabajasemos con entusiasmo" (Siguán, 1981, 1138). Ese entusiasmo se aplicó a los temas más variados: y eso hizo del grupo un núcleo fuertemente motivado hacia la psicología, pero abierto a toda suerte de influencias.

Mariano Yela representó la orientación metodológicamente cuantitativa, el análisis factorial aprendido en Estados Unidos con Thurstone y Vernon; Siguán atendió a la psicología industrial -hizo una excelente presentación de los 'experimentos Hawthorne' y del factor humano en la industria-, y luego, en esa dirección, seguiría José Forteza, llegado en una segunda oleada al grupo; Pinillos se sintíó atraído hacia los problemas de personalidad, fuertemente impregnados por la interpretación de Eysenck; Secadas cultivó el campo de la psicología evolutiva; Jesusa Pertejo, médica atraída por la psicología clínica, se preocupó de cuestiones más ligadas al psicoanálisis; y, en fin, el P. Ubeda se aproximó a la psicofisiología y a sus técnicas de estudio, comenzando por el EEG (Loredo et al, 2000).

Incluso se complementaron al introducir pruebas, que había que baremar y adaptar a nuestra población: los tests de Thurstone los introdujo Yela, si bien Secadas pondría en circulación el AMPE de habilidades primarias; Pinillos incorporó los factores del modelo de Eysenck a través del CEP, y Siguán se familiarizó con el TAT, mientras Jesusa Pertejo hacia lo propio con el test de Rorschach y algunos otros -Ozeretski...-.

Estos primeros pasos habían de conducir a una entrada de la psicología científica en el mundo de la universidad. Madrid, Barcelona y Valencia permitieron a estos pioneros iniciar la formación de grupos. Y con ello, la psicología española tomó algunos rumbos relativamente definidos.

LAS TRADICIONES

Varios elementos permitieron el paso sin ruptura desde el diploma de la Escuela a la licenciatura universitaria.

Uno fue la presencia inicial de los antiguos colaboradores de Germain en los incipientes departamentos universitarios de psicología. Los estudios de psicología se iniciaron en 1968 en las universidades centrales de Madrid y Barcelona, al autorizarse la creación de secciones especializadas dentro de las respectivas facultades de Filosofía y Letras. En la primera se contaba con la existencia de dos cátedras, una en la sección de pedagogía y otra en la de filosofía, ocupadas respectivamente por Mariano Yela y José L. Pinillos; en Barcelona, la cátedra, propia de la sección de filosofía, la desempeñaba Miguel Siguán. Todos ellos hubieron de recurrir a profesores de las respectivas escuelas para constituir el núcleo germinal de los nuevos estudios.

La continuidad se abría así paso a través de las nuevas docencias. Entre los profesores de las asignaturas de psicología del nuevo curriculum hay muchos nombres bien conocidos de la historia reciente, tanto en Madrid (L. Buceta, JR. Torregrosa, D. Pérez Perez, J. Amón, F. Jiménez Burillo, P. Ridruejo, F. Rodríguez Sanabra, M. Pascual, J. Forteza, M. Valcarce, C. Monedero, V. Pelechano, V. García-Hoz, E. Romano, J. Betrán, F. Secadas, A. Álvarez Villar, H. Carpintero, L. García Vega, A. Colodrón, V. Conde, L. Blanco, F. Claramunt, C. Comeche... ) como en Barcelona (J. Aragó, C. Ballús, JM. Domenech, C. Genovard, R. Lopez Feal, J. Arnau...) (Gabucio et al, 1994). La colaboración académica no iba vinculada a ninguna ortodoxia de escuela, sino a una comunidad de interés en torno al futuro de estos estudios, y, si se quiere, a la convicción compartida de que habían de ser estudios 'científicos' -las psicologías matemáticas y fisiológicas destacaban, particularmente, en aquel plan de estudios dentro de la facultad de filosofía-.

Una segunda línea de continuidad, estrechamente relacionada con la colaboración docente, fue, muy pronto, la vinculación a través de los estudios de doctorado. Yela, Pinillos, Siguán, han dirigido por encima del centenar de tesis doctorales. Un número muy alto de los investigadores y docentes posteriores somos doctores guiados por su dirección. En muchos casos, la temática desarrollada fue de elección libre del doctorando; nuestros directores establecieron, eso sí, un nivel de exigencia y un torso más o menos coherente de fundamentación conceptual.

Hubo, en este terreno, algunas líneas de trabajo iniciadas muy pronto, como los trabajos sobre estudios factoriales acerca de las habilidades, lingüísticas, manuales o intelectuales, que promovió Yela en su cátedra; en el mundo catalán, Siguán impulsó muy activamente la conexión con la sociedad de psicología de lengua francesa, y en particular, con el grupo ginebrino; Pinillos, por su parte, gracias a unos estrechos contactos con el grupo de Eysenck en el Maudsley Hospital, de Londres, y de Brengelmann en el Max Planck Institute de Munich, impulsó enérgicamente la incorporación de las perspectivas conductuales.

El núcleo inicial de las dos universidades mencionadas se quedó pequeño desde el momento de su nacimiento. La noticia de que se iniciaba una licenciatura en psicología, reducida su autorización a aquellos centros, actuó como fulminante que desencadenó una reacción en cadena. En muy poco tiempo, se fue ampliando la oferta de dichos estudios. Primero se sumaron las universidades autónomas de Madrid y Barcelona, y la universidad de Valencia; luego, en cascada, muchas más. En este paso intermedio, la influencia del grupo pionero de Germain todavía se dejó sentir: el P. Ubeda y J. Pertejo, con una colaboración activa y próxima de Pinillos, iniciaron los primeros pasos en Madrid, mientras que, en Valencia, Secadas ocupaba la cátedra y creaba las primeras líneas de desarrollo; menos visible parece ser la influencia de Siguán sobre la universidad autónoma de Barcelona, aunque su consejo y apoyo nunca faltaran.

Lo interesante es que en muchos casos, los jóvenes licenciados salidos de Madrid y Barcelona contribuyeron a dar forma a los nuevos estudios en otras facultades del país. Un porcentaje muy alto de las primeras promociones encontró una situación probablemente única en la historia reciente de la universidad: el crecimiento de las necesidades académicas en un campo para el que no había pretendientes de épocas anteriores. Los recién licenciados tuvieron ante sí enormes posibilidades de ingresar en la comunidad académica y dedicarse a un tiempo a continuar su formación y comenzar a enseñar a compañeros más jóvenes que venían tras ellos. Dicho de otro modo, el desarrollo de los estudios de psicología, si bien de modo limitado y con innumerables excepciones, se constituyó bajo un modelo de expansión radial, desde el Departamento del CSIC a las dos facultades iniciales, y de éstas a los subsiguientes departamentos en facultades y centros del resto del país. Fue, con todo, una expansión de elementos estimulantes o suscitadores de nuevos desarrollos locales. En general, el modelo ha supuesto, junto a la presencia de algunos profesores e investigadores formados en grupos ya consolidados, la incorporación de jóvenes colaboradores formados con éstos en las nuevas facultades. Posiblemente, hoy la edad media del profesor de nuestras facultades debe ser, comparativamente, uno de los más jóvenes en el arco docente universitario. Hay, también, una cierta mentalidad común, al provenir prácticamente todos de una formación concebida bajo coordenadas muy semejantes en todos los centros de formación. Al mismo tiempo, su posibilidad de renovación y rejuvenecimiento debe ser sumamente baja, lo que no deja de tener connotaciones poco deseables de estancamiento y pérdida de innovación.

Aunque el proceso resultó muy acelerado, y no hubo margen para una planificación que hubiera resultado extremadamente oportuna, hubo una excelente cooperación entre el espíritu de iniciativa individual de los jóvenes investigadores con la flexibilidad orientadora de los entonces todavía jóvenes maestros. Y ello ha creado una compleja retícula de relaciones a un tiempo personales y científicas, que es una pieza esencial en la consistencia de nuestro mundo docente.

CONTINUIDAD INTELECTUAL

El núcleo originario de la psicología española de hoy, el grupo de Germain, fue muy coherente a la hora de lograr metas de institucionalización, pero muy poco definido en lo relativo al sistema conceptual dominante.

Germain, si bien ha sido hombre de corta obra teórica, ha sido fecundo en sugerencias y acciones aplicadas. No cabe olvidar que desde los años de la República estuvo preocupado por los temas de higiene mental y de seguridad vial. Sin duda a él le cabe una amplia parte en la responsabilidad de estar hoy nuestro país situado en las primeras líneas de la intervención psicológica en la problemática del trafico (Tortosa, Montoro y Carbonell, 1989).

Me he referido antes a una coherencia intelectual en el orden general y amplio de los principios, en torno a las coordenadas entre las que habría de moverse nuestra ciencia, más que en la de las investigaciones concretas. Me parece ver reunidas esas ideas básicas en un libro que ha marcado un nivel en nuestro mundo psicológico: me refiero a los Principios de Psicología de José Luis Pinillos.

En alguna otra ocasión he anotado los rasgos singulares de esa obra, que creo que han marcado, con su impronta, buena parte de la 'actitud teórica' entre nosotros. Decía yo que hay ahí puesta en juego una perspectiva científico-natural sin renuncias o reservas previas respecto a las cuestiones filosóficas subyacentes; el atenimiento a los planteamientos sistemáticos actuales sin olvidar la propia historia de los problemas o la historia de la psicología; y, lo que en cierto modo ha sido condicionante de la historia reciente, el libro ha ofrecido una visión desde una perspectiva muy amplia, sin restricciones teóricas, abarcadora a un tiempo de las dimensiones de conciencia y de conducta, todas ellas enmarcadas en una visión de la actividad adaptativa de un sujeto a un mundo que es natural y social a un tiempo. Y así, en mi opinión, frente a la naturalización de la psicología que se consideraba indispensable hace treinta años, y que hoy todavía a algunos atrae, Pinillos venía a modular la demanda en términos tales que suponían una 'humanización de la psicología', muy acorde y muy anticipatorio de lo que ha venido después y hoy resulta ampliamente aceptado.

Tales coordenadas, como bien se ve, son tan amplias que dejan espacio libre para una ilimitada exploración de la mente y la conducta. Pero marcaban, también, ciertas exigencias de rigor científico y de atenimiento empírico, junto a un sentido de fundamentalidad filosófica existencial e historicidad, dentro de las cuales me parece que ha venido moviéndose nuestra psicología.

En nuestro país, he dicho en ocasiones, no se llegó a constituir un laboratorio de psicología, dedicado al trabajo experimental en el estudio de los procesos psicológicos y sus modalidades aplicadas, que sirviera al propio tiempo de formación de investigadores. No hubo ese acuñamiento de una mentalidad experimentalista que ha sido dominante en muchos otros lugares, entre psicólogos. Pero sí hubo esta construcción de un amplio suelo de consenso conceptual en cuanto al sentido último de nuestra ciencia, y creo que en gran medida ello ha sido uno de los efectos que ha producido esta obra entre sus lectores más profesionales.

¿Y qué ha sido de la evolución teórica que parece sustancial a nuestra ciencia?

Parece evidente que, en líneas generales, la psicología de la segunda mitad del siglo XX ha estado influida básicamente por el modelo de psicología americana, y que en ésta, el sentido general de su evolución ha estado marcado por el desplazamiento desde un dominio del conductismo antimentalista a un modelo de ciencia cognitiva, esto es, a una nueva psicología de la mente y la conciencia, si bien con rasgos y notas que la separan del mentalismo de principios de siglo y de todo introspeccionismo.

Con estas premisas, no es enteramente fácil situar al caso español. En realidad, es difícil definir con precisión la existencia de grupos investigadores que hayan exhibido, en el período que consideramos, una ortodoxia teórica totalmente definida.

Simplificando mucho las líneas que cabría atribuir al grupo inicial de discípulos de Germain, podría hablarse con relativa consistencia de la presencia activa de un núcleo de orientación aplicada, de índole psicotécnica, que corresponde a los intereses dominantes que guiaron a Germain; en segundo lugar, aparece con claridad otro núcleo de estudios de inteligencia y habilidades, con el apoyo de tests psicométricos, y con aplicación del análisis factorial como metodología heurística de análisis -que se corresponde con el proyecto dominante en la obra de Yela- ; un tercer campo de estudio podría agruparse bajo el título global de desarrollo cognitivo -liderado desde un cierto momento por Siguán, y en conexión con la Escuela de Ginebra-, que en buena medida se orientará luego hacia los problemas del aprendizaje de lenguas, bilingüismo, etc.; una línea próxima pero distinta sería la de psicología del desarrollo general, y sus pautas de evolución -un campo que ocupó durante mucho tiempo la atención de Secadas- ; y, en fin, una línea amplia que cabría entender como más comportamental, que ha generado desarrollos aplicados (modificación de conducta), y también ha ido transformándose al par de lo que acontecía en otros lugares fuera de nuestro país, abriendose primero a la crítica, luego a la reordenación cognitiva -y este sector habría contado con el apoyo continuado y el eficaz feedback crítico de Pinillos-.

Dejemos para el final cuanto se refiere a las aplicaciones; aunque su historia pueda en cierto modo separarse de los vaivenes de la teoría, ésta ha terminado una y otra vez por refluir sobre aquélla, de suerte que es preferible comenzar por examinar la suerte que han corrido esos 'modelos', tal vez mejor 'corrientes de pensamiento', entre nosotros, en el mundo académico -diremos una palabra luego del más profesional-.

En mayor o menor medida, no hay duda de que vinieron a dar sentido a las investigaciones dirigidas por aquéllos en el nuevo marco universitario. Resulta visible la existencia de una serie de tesis doctorales, centradas en esos temas, que sirvieron de punto de encuentro entre sus directores y los nuevos investigadores. Así, cabe recordar los numerosos trabajos sobre factores de inteligencia y lenguaje, dirigidos por Yela y llevados a cabo por figuras bien conocidas como J. E. García Albea, E. García Alcañiz, M. R. Martínez Arias, M. Pascual Quintana, M. P. Sánchez Lopez, R. San Martín, J. Muñiz, A. Calles, entre otros. En el campo del desarrollo ontogenético, el grupo de doctores formado junto a Secadas cubrió un proyecto sistemático sobre la adquisición de pautas de conducta en el curso de la maduración infantil - con trabajos de E. Barberá, L. Mayor, G. Serrano, J. L.Chorro, etc.-; por su parte, Siguán cultivó, junto a otras líneas de índole social, la investigación en el campo del desarrollo cognitivo piagetiano, con C. Coll, M. Forns, G. Sastre, M. Moreno, J. D. Ramírez.... (Siguán, 1982). En fin, en el área del comportamentalismo, el influjo de Pinillos se dejó sentir pronto, habiendo él mismo entrado en relación muy estrecha con el grupo de Eysenck en el Maudsley Hospital, donde también encontró a Hans Brengelmann, quien luego promovería una psicología aplicada desde el Max-Planck Institute de Munich (Alemania); es muy alto también el número de doctores formados con él que han proseguido una vida académica -H.Carpintero, D. Pérez Pérez, J. A. Del Val, E. Serra, L. Jañez, J. Bermúdez, A. Marchesi, J. F. Morales, M. D. Avia, y muchos más cuya lista se hace casi interminable; una figura clave en este grupo ha resultado ser V. Pelechano, quien intensificó más tarde las relaciones con ambos grupos, particularmente con el alemán, y multiplicó las conexiones de discípulos suyos; ahí se habrían de situar figuras como A. Reig, J. Guerra, F. Silva, C. López, J. J. Miguel Tobal, etc. (Civera y Tortosa, 1994).

Ahora bien, si todos estos desarrollos muestran una evidente coherencia y continuidad con los pasos iniciales del grupo reunido en torno a Germain, la aparición de la licenciatura en psicología impulsó, de un lado, la especialización no sólo profesional, sino sobre todo científica, y esto llevó de inmediato a un crecimiento e innovación.

Una primera plasmación lo había de representar la organización del campo científico universitario en áreas de conocimiento -psicología básica; psicología social; metodología de las ciencias comportamentales; personalidad, evaluación y tratamiento psicológico; psicología evolutiva y educativa; psicobiología-. Dentro de cada una de ellas, la propia dinámica de la vida académica ha producido un desarrollo propio y ampliamente independiente del que rige en las restantes, y de esa suerte, bajo un modelo arborescente, de núcleos crecientemente reducidos que plasman la complejidad del mundo del saber, se ha creado un tejido amplio y complejo donde prácticamente todos los tópicos temáticos reciben atención y donde las redes de especialización intergrupo han cobrado particular solidez. Ello se traduce, en su vertiente institucional, en la multiplicación de sociedades y de publicaciones científicas, que dan visibilidad a la acción investigadora de esos núcleos de especialización. (Vease, a este respecto, el trabajo de Mª. D. Alcaín y H. Carpintero, en este mismo número).

De todos modos, a la hora de valorar la innovación resultante en el mundo de la teoría, habrían de tenerse en cuenta muchos otros elementos. Nos atendremos a la incorporación de las grandes escuelas psicológicas del siglo XX: el conductismo, el cognitivismo y las psicologías humanistas.

En general, la especialización teórica impulsó, al igual de lo sucedido en otros muchos países tras la II Guerra Mundial, una aproximación a la psicología americana, sin duda la más dinámica, activa e influyente, muy ligada al terreno empírico y dotada de inigualados medios de diseminación de la información producida. En los años sesenta, aunque se ha visto luego que había movimientos de cambio hacia el cognitivismo naciente, parecía desde nuestro país como dominado teóricamente por el conductismo.

De ahí que resultara un paso innovador, sin duda, el creciente interés hacia el conductismo que comenzó a difundirse aquí a finales de los años 1960, coincidiendo, como es manifiesto, con la nueva situación de la psicología en la universidad. Le cabe en esa difusión un gran mérito y un amplio papel a un grupo de psicólogos y psiquiatras que en torno a la Editorial Fontanella, de Barcelona, fueron dando a conocer la obra de Skinner, y se interesaron por el condicionamiento operante. Hay que mencionar de modo destacado la influencia y acción difusora de Ramón Bayés, quien ha dejado un testimonio notable de aquel tiempo (Bayés, 1983) haciendo repaso de los primeros trabajos de condicionamiento. Como detalle, recordemos dos tesis, una sobre Skinner (Fernandez de Castro, 1973), en Barcelona, y otra sobre Tolman, (Blanco, 1972) en Madrid, que marcaron el inicio de los trabajos académicos dentro de la nueva orientación.

En España, como ocurre en todo el mundo occidental, en las últimas décadas se ha producido un desarrollo de la psicología cognitiva con la consiguiente transformación del horizonte científico. Tal vez la primera manifestación importante de la tensión entre conductismo y cognitivismo tuvo lugar en un Seminario sobre los "Problemas actuales de la psicología científica", que tuvo lugar en Madrid, en 1979, bajo el patrocinio de la Fundación Juan March, y dirigido por José L. Pinillos (Pinillos, 1980). Los trabajos del mismo presentan ya visiones amplias del cognitivismo creciente y del conductismo menguante.

Poco después, en el VII Congreso de la sociedad española de Psicología (Santiago de Compostela, 1982), ya se presentan simposios que tienen una orientación claramente cognitiva. Por las mismas fechas hubo un simposio en la Universidad. Autónoma de Madrid, que organizaron Isidoro Delclaux y Julio Seoane, que dió origen a un libro, Psicología cognitiva y procesamiento de la información, Pirámide, Madrid, 1982, con varios autores. Ambos hechos pueden marcar el año 1982 como de despegue del cognitivismo en España. La confirmación la ofrece un análisis de la literatura cognitiva, que muestra un salto en la producción de trabajos de esa orientación en el año mencionado (González et al, 1997). Desde entonces, se ha ido afianzando de modo creciente. Un jalón histórico puede considerarse la aparición del libro que habría de convertirse en manual de uso obligado para los jóvenes psicólogos españoles, la Introducción a la psicología cognitiva de Manuel de Vega (1984), que puso al día los temas básicos con una perspectiva fundada en nuestra tradición inmediata. Después, se ha señalado la diversificación entre los grupos liderados por M. Carretero, V. Bermejo o A. Rivière, sobre desarrollo cognitivo, al lado de otro más experimentalista -S. Algarabel, J. Arnau....-, y otro clínico -JM. Ruíz Vargas, A. Polaino, etc.-. (Gonzalez et al, 1997; Arias, 1997). En el primero de ellos, las influencias más intensas habrían venido a ser las de J.Piaget y L. Vigotski; en concreto, el influjo "cognitivista" de Piaget en este punto habría venido a complementar el ya lejano de sus aspectos evolutivos y constructivos sobre la psicología española anterior a la guerra civil (Martínez, et al, 1995). El cognitivismo comparte todavía hoy parte de su dominio con los trabajos orientados en el análisis funcional de la conducta, que ha promovido una amplia ramificación de los análisis teóricos sobre el comportamiento, y a la vez ha logrado constituir un cuerpo de aplicaciones técnicas, e incluso una tecnología, con posibilidades de aplicación a la intervención comportamental.

Finalmente, conviene no olvidar la presencia de otras corrientes intelectuales, si no tan visibles como las mencionadas, no por ello menos eficaces, particularmente en ciertos niveles de accion profesionalizada. Me referiré, antes que nada, a los varios grupos interesados por la visión humanista de la psicología.

Este movimiento, de condición muy compleja y múltiple, aunque unificado por ciertas convicciones radicales acerca de la índole personal del sujeto humano y de su impulso básico hacia la autorrealización en la existencia, ha tenido limitado acogimiento en el marco universitario, pero muy amplio en el de la intervención profesional de los psicólogos. Los primeros núcleos parecen haberse constituido a principios de los años 70; así, se considera que el primero de ellos habría sido el Centro Internacional de Psicoterapia aplicada a las Relaciones Humanas fundado por I. Martín Poyo, en 1973; aquí, la instalación de una serie de profesionales formados tras pasar un tiempo fuera habría resultado decisivo. Desde los años 80 cuenta con revistas, reuniones, y una diversidad de centros, todos aplicados a la intervención individual y social, que se apoyan entre sí, y penetran eficazmente en el tejido social, frecuentemente desde un ángulo ligado a las relaciones humanas en la empresa. (Arias y Lafuente, 1996; Villegas, 1986).

En este paisaje, es forzoso recordar la presencia de un considerable movimiento psicoanalítico, cuyo tratamiento excede de este lugar. El psicoanálisis, en efecto, ha tenido una presencia limitada en el mundo académico de la psicología, pero, sobre todo, ha gozado de una presencia continuada, aunque con altos y bajos, desde los tiempos anteriores a la guerra civil, hasta nuestros días. Tuvo, también, presencia en el grupo de Germain, al cultivarlo activamente J. Pertejo, pero en la actualidad su mayor peso procede del campo clínico de intervención, en donde se llevó a cabo un proceso complejo de integración en las organizaciones internacionales que regulan su desarrollo. Desde 1957 hubo ya un grupo luso-español de psicoanálisis reconocido por la Asociación Psicoanalítica Internacional, en que intervenía activamente P. Bofill, y al que perteneció J. Pertejo; desde mediados de los años 60, el grupo español fué cobrando sustantividad propia, y fueron consolidándose sus conexiones internacionales hasta el presente. Ha sido, pues, en todo caso, un elemento cuya presencia estable en el complejo panorama aquí descrito contribuye a dar un factor más de continuidad.

CONCLUSIÓN

El último cuarto del siglo XX ha hecho posible la radicación de modo sólido y prometedor de la psicología científica en España. Ha sido la coronación de largos esfuerzos que, iniciados al final del siglo anterior, tuvieron en numerosas ocasiones resolución adversa. Pero por debajo de los intentos fallidos, y del revés representado por la guerra civil, la enérgica voluntad de un grupo muy reducido de entusiastas, los colaboradores y discípulos reunidos en torno a Germain, ha sido la fuerza impulsora de una reconstrucción, primero, y de una renovación y expansión del campo psicológico.

Nacido ese grupo al amparo de los intereses de una psicología aplicada, situado además fuera de la universidad, logró encontrar, al introducirse en ésta, el medio adecuado para multiplicar las posibilidades de investigación y de acción social.

Los núcleos profesionales, que han cobrado tanto peso en el país, habían tenido en gran parte sus raíces hundidas en el mismo campo del que había de brotar el cuerpo teórico que hemos dibujado. Germain y sus colaboradores fueron también en gran medida los animadores de la adaptación y baremación de pruebas, tuvieron ellos mismos actividad profesional en empresas y grandes complejos sociales, y conocieron y buscaron los apoyos que iban a hacer posible el reconocimiento del valor de su ciencia y de su técnica. Ellos también contribuyeron a la formación de empresas de instrumentación psicológica. Y con el surgimiento de una activa masa de profesionales dispuestos a aplicar los nuevos conocimientos a los problemas sociales, toda una red de apoyos comenzó a tejerse, hasta que en 1980 se constituyó el Colegio Oficial de Psicólogos, pronto convertido en una de las más amplias y eficaces organizaciones profesionales dentro de la especialidad en el mundo occidental, y abierto no sólo a los temas laborales y prácticos sino también a los científicos y editoriales. En ese sentido, el Colegio Oficial de Psicólogos ha sabido adoptar una actitud sumamente positiva y eficaz a la hora de mantener la continuidad de una tradición y de apoyar la innovación científica y tecnológica.

Tras la guerra mundial, se agradeció el esfuerzo enorme de los aviadores ingleses afirmando que 'nunca tantos debieron tanto a tan pocos'. Cabría aquí decir que son muchísimos los que deben mucho de su logro vocacional y profesional a la labor de esa red de esfuerzos que pusieron en marcha unos pocos, muy pocos, hace ahora medio siglo, para restablecer en España el cultivo de la psicología.

BIBLIOGRAFÍA

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